martes, 13 de octubre de 2009

Alguien debe tomar medidas

Alguien debe tomar medidas. Alguien desde dentro del PP de Lebrija debe parar los pies a su nuevo Presidente local D. Javier Monge. Es del todo indigno lo que este señor se permite entre sus vecinos y contra sus vecinos una semana tras otra. No sé si es una mala broma que otros le han gastado al Sr. Monge, pero él se lo ha creído y vive en una nube de la que no acaba de bajar. Y la verdad que sería lamentable que un día abriera los ojos y se estrellara desde semejante altura. Y es que no tener los pies en la tierra puede traerle estas fatales consecuencias. No es de recibo hacerle eso a nadie por eludir responsabilidades para con nuestra Lebrija. Pero en fin, ellos sabrán lo que pretenden hacer con el PP de Lebrija.

Lo cierto es que a nadie de bien se le ocurre llevar a su hogar a un vecino para criticar e insultar lo que hay en su propia casa. A nadie. Eso es del todo ridículo y no tiene calificación. Cuando uno trae a alguien a su casa es para contarle sus proyectos, sus sueños y mostrarle, desde luego, lo mejor. También es normal ofrecerle un café. A ningún alcalde se le ocurre irse al pueblo vecino a criticar lo que ve en la otra ciudad, entre otras cosas porque bastante tiene con lo suyo. Son varios lebrijanos los que me han llamado desde el viernes para que hiciera alguna crítica hacia el Sr. Monge y la Sra. Milagrosa por traer a otras personas a criticar a su pueblo, a Lebrija. Y tienen razón, que lo que haya que decir lo decimos dentro y no lo sacamos fuera. Del mismo modo que los problemas de un hogar se resuelven dentro, entre los hermanos. Y este señor Monge vive tan de espaldas a la realidad que no se da cuenta que son los mismos vecinos a los que él ha llamado a sus puertas, los que luego se han sentido molestos por traer a una concejala de otro pueblo para criticar a Lebrija. y desde luego, mucho menos de la localidad de Espartinas, ya conocida como “la pequeña Marbella” y no precisamente por la limpieza de sus calles, porque cualquier ciudadano medianamente conocedora de la realidad municipal, sabe que hoy Espartinas no es modelo de nada, más bien al contrario.

No puede traer el Sr. Monge y la Sra. Milagrosa Ganfornina, y no es la primera vez, a alguien de afuera a criticar nuestras calles, plazoletas y lugares de Lebrija. Venir a llamarnos “tercermundista” desde fuera ya es mucho molestar a nuestros vecinos. Pero si el que lo trae es alguien de dentro, un lebrijano que dice diariamente cuánto ama Lebrija, ya ni siquiera es de recibo. Además, ya ha llegado al extremo de repetir, desde su nube en más de una ocasión, “Cuando yo sea alcalde de Lebrija…”. En fin, de verdad, que no se puede jugar de esta forma con las personas.

En Lebrija hay muchas necesidades todavía, es cierto. Pero no se tiene, porque no existe, esa varita mágica que permite solucionar todos los problemas de una vez, de un solo golpe. Ni siquiera existe el genio que satisface nuestros deseos al frotar la lámpara maravillosa. Los problemas sólo se resuelven con trabajo diario, y los cuatro años de gobierno del tripartito fueron un parón para nuestra ciudad. Nos habla el Sr. Monge de contenedores soterrados, esos que el gobierno de Mari Fernández lleva colocando por toda Lebrija, poco a poco y que terminará llegando a toda la ciudad. Pero quien no hizo nada durante el tripartito, ni colocó ninguno, los quiere ya, pero ya en cada rincón. Y para eso qué mejor que traer a una concejala del PP de otro pueblo para hablarnos de medio ambiente. Y es que hace falta mucho cinismo para hablar de respeto al medioambiente desde el PP. Lo cierto es que hay vecinos molestos contra esta forma de actuar cada semana de este nuevo Presidente del PP. Y así nos lo hacen llegar porque saben que no necesitan a este sujeto para poner en conocimiento del Ayuntamiento sus problemas y sus necesidades. Que las puertas del Ayuntamiento están abiertas a sus vecinos y no necesitan intermediarios que los usen para sus fines políticos. Y desde luego, con el gobierno tripartito las puertas del Ayuntamiento estaban cerradas a sus vecinos. Y Lebrija tiene memoria.