lunes, 14 de mayo de 2012

Confianza

Si ha habido una palabra mágica en los tiempos que vivimos, la que probablemente más se ha utilizado durante la crisis que estamos viviendo es precisamente esta, confianza. Y sin duda alguna han sido los dirigentes del PP quiénes más han apelado a la misma. Confianza, más que una palabra, también una herramienta superpoderosa para acabar con la situación de crisis. Todo lo demás como que daba igual, confianza a costa de lo que fuera. Había que “ganar la confianza de los mercados”, nos repetían hasta el hartazgo más absoluto, y si subía “la prima de riesgo” o bajaba “el ibex 35” se producía porque no eramos capaces de generar la maldita confianza en los susodichos mercados. A la postre, detrás de todo ello estaba un gran fondo ideológico por el que la sociedad tenía que estar al servicio de la economía y no al revés. Una sociedad al fin y al cabo desregularizada, una economía por encima de la política, por encima, en definitiva, también de los propios ciudadanos. Y aquí estamos viviendo las consecuencias de todo ello. Contradicciones por todas partes. Hasta el ridículo de que con la “intención de crear empleo” se aprueba una reforma laboral que facilita el despido, o que para “hacer crecer la economía” se realizan políticas que retraen el gasto y la circulación de dinero.

 Rajoy, durante sus años de oposición, señalaba la receta para la salida de la crisis, pero en la puerta de su casa no había cola alguna de ministros de hacienda de otros países. Extraño que quiénes tienen la responsabilidad de resolver la crisis económica de las naciones no acudan al brujo que cuenta con la pócima mágica. “Para que haya confianza en España es necesario en primer lugar un cambio político, en segundo lugar contar con un gobierno competente con ministros que sepan de lo que hablan y en tercer lugar, decir la verdad”. Y tras repetir esto Rajoy por todos los rincones del país, se produjo el ansiado cambio de gobierno, el que iba a resolverlo todo con “el señor de los hilillos de plastilina” al frente del mismo. Y, ¡oh, sorpresa!, no sólo no ha resuelto nada sino que la situación de nuestro país ha empeorado a marchas forzadas. Un aumento galopante del paro en el que en tan sólo tres meses se ha producido más parados que en el año y medio anterior. Y además con menos derechos ciudadanos pues el PP se ha dedicado a recortar en políticas sociales, precisamente las que garantizan la igualdad y la solidaridad. Los ciudadanos tenemos menos protección social, y la crisis está recayendo en los más débiles como son los pensionistas, enfermos crónicos, dependientes… y no en quiénes la han provocado que campan a sus anchas con indemnizaciones millonarias de las empresas o bancos que dirigían.

 Y Arenas, que aún anda deprimido, buscando la ocasión para quitarse de en medio y poner pies en polvorosa hacia Madrid, no ha aprendido la lección que los andaluces le han vuelto a dar por enésima vez y prefiere defender los recortes del gobierno de Rajoy antes que los derechos de la propia ciudadanía andaluza. Con su postura no resulta difícil comprender que las lecciones de los andaluces caigan siempre en saco roto. Lo cierto es que con Rajoy en el gobierno, todos ven a España como un objetivo fácil y débil. Y sus ministros, esos que debían saber de lo que hablan, van de fiasco en fiasco. Y al frente de todos ellos el Ministro de Educación, Wert, que está demoliendo de un plumazo el principio de igualdad de oportunidades que su ministerio debe representar. Y hoy muchos jóvenes estarán preguntándose si podrán estudiar la carrera universitaria que desean, sus familias también sobre si podrán hacer frente a los estudios de todos sus hijos. Gallardón, misógino donde los haya, desde su ministerio de Justicia ha completado la reforma laboral imponiendo unas tasas a abonar por denuncias en juzgado y que van a hacer realidad aquello de “la justicia para quién se la pueda pagar”, y que ahora nos amenaza con una reforma de los partidos judiciales con la supresión de juzgados, y que va a provocar que muchos ciudadanos tengamos que desplazarnos varias decenas o quizás un ciento de kilómetros para solicitar una simple partida de nacimiento.

Y mientras tanto la confianza de la que tanto hablaba Rajoy continúa sin llegar, y es que no es tanto de cuestión de confianza como de que la política de una vez esté por encima de la economía, algo que algunos ya empiezan a ver pero que Rajoy, perdido, prefiera convertirse en el único apoyo que le queda a Merkel. Algo que no extraña en quien confunde toneladas de negro chapapote con unos hilillos de plastilina. Confianza.

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