El rey ha abdicado,
la noticia de la semana, del mes, del año y de los últimos años y décadas. Con ello Juan
Carlos I de Borbón rompe la tradición de que un rey no abdica sino que muere en el exilio o en la
cama. Treinta y nueve años de reinado sin más apoyo e impulso inicial que el
dedo del dictador, treinta y nueve años con luces y sombras y ahora, como
marcan leyes tradicionales de este sistema anacrónico en pleno siglo XXI, nada
de primarias abiertas para elegir al sucesor sino que será el derecho de sangre
quién lo determine, y entre ello el azar de quién es el primer nacido del sacro
matrimonio. Mientras que la ciudadanía exige ya democracia interna y más
transparencia a los partidos para nombrar sus candidatos, a los ciudadanos se
les va a seguir hurtando el derecho a decidir sobre la jefatura del estado. Y
ésta va a seguir estando en manos de una familia que a lo largo de la historia
actual y de varios siglos no se ha destacado por su ejemplaridad como bien han
seguido corroborando en los últimos años la muy “irreal familia”. Familia que
se ha destacado en los últimos años por los continuos escándalos y que están
mostrando, al contrario de lo que solemnemente señalaba el monarca en su
mensaje de navidad, que todos los españoles no somos iguales ante la ley, pues
todas las instituciones del estado están haciendo lo indebido para librar de la
justicia a algunos de sus miembros. Ante todo ello, ahora que los partidos
políticos están obligados a cambiar sus estructuras internas por exigencia ciudadana
y quien no lo haga estará condenado a desaparecer, sería una gran oportunidad
para que la jefatura del estado no quedara al margen de toda esta nueva
primavera y su fórmula pasara de una vez por la decisión ciudadana en unas
urnas. Y dejar de lado el lavado de cara que no soluciona nada de pasar de “el
campechano” al “preparado”. Y es que los ciudadanos tenemos derecho a decidir
sobre la fórmula del estado de nuestro país.
No hay comentarios:
Publicar un comentario