miércoles, 22 de octubre de 2008

El derecho a tener un hijo sano

Son muchas las familias que en su seno han contado o cuentan con hijos que padecen terribles enfermedades hereditarias, o adquiridas e lo largo de su vida, como pueda ser la leucemia. Enfermedades que no tenían cura y que condenaban a la familia al doble dolor de ver morir día a día a su hijo, y al dolor de no poder disfrutar de descendencia. Muchos enfermos centran hoy sus esperanzas en los avances de la ciencia médica. La medicina hoy nos permite tener hijos sanos, libres de enfermedades que antes constituían una maldición. Pero muchas veces no conocemos la existencia de la enfermedad hasta el nacimiento del hijo o de la hija. Hoy, gracias a la Ley de la Reproducción Asistida, aprobada en 2006 con el voto en contra del PP por, según dijeron, “carecer de demanda social”, permite seleccionar esos embriones sanos que dará un sujeto libre de la enfermedad. Al mismo tiempo, utilizando el cordón umbilical, permitirá curar a su hermano nacido enfermo. Leyes de este tipo están en España, Bélgica, Estados Unidos, Reino Unido… Italia no cuenta con ella por recomendación expresa del Vaticano.

En estos días hemos asistido a un importante hito de la medicina de la que nos tenemos que sentir orgullosos por haber ocurrido en Sevilla. Y es que una familia, con un hijo portador de una anemia congénita que le obligaba a recibir una transfusión cada quince días y cuya esperanza de vida no llegaba a los 30 años, ha conseguido, a través de la reproducción asistida, tener un hijo sano que además va permitir curar a su hermano. Y es que para esta familia este hijo es además “más que deseado”. Antes no se hubiera atrevido a tener otro hijo por el riesgo de padecer una enfermedad porque “no es vida ni para él ni para nosotros”, como ha afirmado su madre.

Pero la Conferencia Episcopal, en la que algunos de sus obispos carecen de la más mínima “caridad cristiana”, condenan este avance porque para ellos suponen eliminar embriones enfermos. Y es que una vez más la jerarquía eclesiástica da la espalda a los ciudadanos, olvidando las muchas situaciones de injusticias que se dan en el mundo, dejando de condenar por ejemplo la misma pena de muerte. Estos sectores de la iglesia echan de menos los años en que se gobernaba el país a golpe de catecismo. O quizás echen de menos los terribles años de la Inquisición y que fueron causa del retraso de nuestro país respecto a Europa.

Pero la ciencia permite hoy tener hijos sanos y curar enfermedades. Esto ha sido un innegable avance que llena de esperanzas a muchas familias como las que padecen fibrosis quística, alzheimer, el mismo cáncer de mama que lleva consigo un gen portador de la enfermedad y que le da más probabilidades de tenerla, parkinson,… Sin embargo la jerarquía eclesiástica pretende condenar a estas familias y crear un problema ético. La Sociedad Internacional de Bioética se ha pronunciado claramente al respecto y ha dicho “que lo ético es no considerar este caso como un problema ético”. Lo cierto es que todos tenemos derecho a la no injerencia en la organización de la familia. Y son los padres quienes deben decidir cómo quieren sus hijos en base a sus circunstancias. Todas las familias tienen derecho a tener un hijo sano. Es muy duro tener que decirle a un hijo postrado en su cama, “que no podemos curarte porque está mal eliminar embriones enfermos, que lo dicen los obispos”. La Ley de Reproducción Asistida deja zanjada los problemas morales sobre la naturaleza del embrión, permitiendo a cada cual actuar según sus creencias, teniendo los creyentes libertad para acogerse o no, dejando de lado a unos absurdos y pintorescos señores que se consideran con el derecho a opinar como deben organizar sus vidas las personas, sean o no creyentes. Y es que a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César.