La iglesia española, la más medieval de Europa anda
preocupada. Y es que está viendo como
descienden los donativos de sus fieles, esos que antes no tenían ni que
siquiera buscar ya que iban directamente a su encuentro en sacristías y
capillas pues desde la edad media existían unos tributos obligatorios, no ya
para los fieles sino para todos los “súbditos”. Hasta mediados del siglo XIX
los españoles abonaban a la iglesia el conocido “diezmo” y que representaba un
tributo que se pagaba en especias y que era una décima parte de los
frutos de la agricultura o ganadería. Un “colector” lo recogía y los entregaba
directamente a párrocos y obispos. Tras su desaparición, la necesidad de la
iglesia por sufragar las guerras carlistas, se impone la “oblata” que era un
tributo que se pagaba por matrimonio, tributo que en Galicia se alargó durante
muchos años del siglo XX. Pues bien, en pleno siglo XXI, los párrocos gallegos
proponen que se vuelva a imponer este impuesto de forma obligatoria para todos
los españoles. Y es que ya no les bastan los más de once mil millones de euros,
en pesetas muchísimos ceros, que reciben del estado para sufragar los sueldos
de los curas en nuestro país y el de los profesores de religión en la escuela
pública. Lo cierto es que cuando el gobierno de Rajoy pretende hacer recortes
siempre se acuerda de la educación, de la sanidad, de la pensiones o de la
dependencia, pero la iglesia española, pese a estar en un estado aconfesional,
queda incólume ante la acción de las tijeras. Y aún así, las sotanas que
constituyen el primer patrimonio nacional,
se encuentra libre del pago de impuestos y el IBI. Pero la iglesia es
insaciable. Esperemos que con el paso de los años la modernización de este país
lleve a la iglesia al estricto campo de sus fieles y dejen de mamar de la teta
gorda en detrimento de los servicios que debe prestar el estado. Pero ellos
siguen en la lucha pues no solo no se conforman lo que reciben del estado sino
pretenden convertir su catecismo en leyes y caen en el ridículo más espantoso
al pretender regular la vida sexual y reproductiva de los ciudadanos de a pie.
Mientras tanto la vida sigue, o malsigue, y hoy hay quien se escandaliza en
este país por la quema de unos contenedores pero nada cuando ven a personas
buscar comida dentro de ellos. Y el
gobierno de Rajoy, que le gusta golpear a traición y con nocturnidad, castiga a
los emprendedores y autónomos, personas valientes, creativas y esforzadas que
generan su propio empleo y el de miles de ciudadanos y que deben ser
consideradas como un bien público, con una brutal subida de las cotizaciones. Y lo ha hecho de
tapadillo, a escondidas, como dejando claro que le da vergüenza, aprovechando
las fiestas para subirles unos impuestos que notarán de inmediato. Mientras tanto el sueldo de los directivos ha
subido el 7 % durante 2013 y el de los asalariados sigue cayendo. Y el ministro
de turno, mientras tanto, preocupado por “el paseíllo” de la infanta camino del juzgado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario