Paradojas te da la vida, la vida te da paradojas.
Hechos que vemos que ocurren, que pasan ante nuestros ojos y por los que ya no
nos pellizcamos porque no nos sorprenden. Sucesos que tienen distintas
consecuencias según el sujeto que los realiza. El Rey lo dijo claro en uno de
sus discursos navideños, “la justicia es igual para todos”. Pero a la postre
los ciudadanos de a pié constatamos que ello no más que un deseo a una
realidad. Y en estos días estamos asistiendo a un espectáculo con ocasión de la
llamada a declarar a la infanta Cristina por su imputación en el caso Nóos. La
infanta no sabía nada, lo desconocía absolutamente todo, ignoraba lo que
firmaba, lo que hacía su marido, incluso desconocía que pagaba muchos de sus
gastos familiares y personales con dinero defraudado al erario público. Pobre
ignorancia. Sin embargo los abuelos que habían invertido todos los ahorros de
su vida en preferentes y que en la mayoría de los casos carecían de estudios,
debían ser expertos financieros que sabían lo que firmaban y donde metían su
dinero. Claro, que la diferencia está en que a la infanta le guiaba el amor
hacia su marido, nada que ver con que trabajara en una entidad financiera como
La Caixa. Las declaraciones de la infanta han hecho mucho daño a la mujer
española de hoy a la que devuelve a la pata quebrada, pero todo sea por salvar
a tan ilustre personaje, séptima en la línea sucesoria al trono de España.
Paradojas de la vida, trato desigual. Los abuelos estafados por las preferentes
no debían tener amor a sus hijos y nietos para los que iban destinados en la
mayoría de los casos el fruto de los ahorros del trabajo durante toda su vida. Paradojas. Triste, muy triste. A la
infanta le ha ocurrido un poco como a la ministra Mato de Sanidad, otra
paradoja, que nunca vio en su cochera el jaguar que le regalaron a su marido,
alcalde popular de Boadilla del Monte, tampoco supo que viajes de placer y
fiestas de sus hijos fueron pagados por la trama corrupta Gürtell. Y es que el
amor provoca ceguera. Pero Rajoy sabe, conoce que a la princesa le irá bien,
porque a las princesas siempre les va bien y siempre encuentran a su príncipe
al final del cuento aunque a la postre le provoque ceguera. Paradojas ya en
pleno siglo XXI.
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