martes, 3 de febrero de 2009

Son los mismos

Acaba de salir la sentencia del Tribunal Supremo respecto a los recursos presentados sobre la asignatura Educación para la Ciudadanía. La sentencia ha reunido a todos los miembros de dicho tribunal. Treinta en total. Y ha hablado muy claro. La enseñanza en valores no atenta al derecho de los padres a formar a sus hijos de acuerdo con sus creencias. Los contenidos de la asignatura quedan validados como estaban en la ley y en sus decretos posteriores. Y es que Educación para la Ciudadanía no fue un invento del gobierno de Zapatero. Su creación responde a un mandato de la Unión Europea de 2002 y existen en la gran mayoría de los países europeos y no europeos, incluida la misma Italia donde recibe el nombre de Educazione civica. Y en ninguno de estos países occidentales como Francia, Inglaterra, Alemania… han puesto el grito en el cielo ni han creado polémica alguna. Y es que todos los ciudadanos tienen el derecho a conocer las normas de convivencia de cada lugar y cuáles son sus derechos y deberes dentro de la sociedad. A pesar de los intentos integristas de la cúpula de la iglesia por mantener privilegios que ha disfrutado desde épocas oscuras, el reloj de la historia no hay quien lo pare. Lo cierto es que el PP se aleja ideológicamente del resto de las derechas europeas y en España viene actuando irresponsablemente hasta tal punto que crea monstruos que después no es capaz de controlar. Le ha pasado con el terrorismo y la Asociación de Víctimas, y ahora le pasa con Educación para la Ciudadanía. Y es que utilizar el todo vale trae estas consecuencias. El PP demuestra día a día que sólo le preocupa el terrorismo, la familia, la asignatura de Ciudadanía en cuanto que le pudiera valer para arañar algunos votos. Pero se equivoca. Todos recordamos como utilizaban el nombre de España y sus símbolos, pero a la postre todos descubrimos por un micrófono abierto que el símbolo de los valores patrios, “el desfile era un coñazo”. Y es que la mentira tiene “las patas muy cortas”.

Lo cierto es que muchos vivimos la antigua escuela, el crucifijo en el centro junto a los retratos de Franco y José Antonio. Hoy es fundamental educar en valores y en principios constitucionales. El respeto al conciudadano, la solidaridad, la igualdad de oportunidades son principios que deberían aceptarse por todos. De no hacerlo así, caeríamos en la intolerancia más absoluta. Rajoy que se contradice todos los días y ayer decía como crítica que estamos en “la cultura de la satisfacción inmediata”, o que “una sociedad vacía de valores sería más pobre”, sin embargo, hoy nos dice que cuando gane eliminará la asignatura de Ciudadanía, y a continuación nos ha dejado la siguiente perla, impropia de alguien que pretende gobernar algún día: “Lo que la sociedad debe fomentar es la competitividad, en lugar de la solidaridad entre las personas”. Pero, ¿qué clase de educación pretende para nuestras escuelas?

Y es que son los mismos, los intolerantes. Los mismos que se les llena la boca llena con la palabra “familia” pero critican las medidas del gobierno a su favor. Son los mismos que se manifiestan firme contra el derecho de la mujer a su propio cuerpo en una clara actitud misógina, pero frívolos contra la muerte de niños palestinos. Son los mismos que condenaron a Galileo y mantuvieron la Inquisición en España hasta la edad moderna. Son los mismos que creen a pié juntillas que la mujer salió de una costilla del hombre. Son los mismos que niegan la investigación científica con células madres para curar terribles enfermedades. Los mismos que hablan de vida pero no condenan la pena de muerte. Y no están solos, el PP, ya alejado totalmente del centro, les acompaña. Una desgracia para España contar con una oposición así, pero que nos hace estar vigilante para no volver a épocas pasadas.