lunes, 27 de septiembre de 2010

"A dios lo que es de dios"

Llevamos unos días donde la iglesia católica se ha mostrado prolífica en declaraciones ante los medios de comunicación. Empezó la semana pasada con la intervención del arzobispo de Tarragona llamando a desobedecer las leyes que se oponen al orden moral. Y cuando desde la iglesia se habla de moralidad es como para echarse a temblar. No sé si refiere a aquella que permite sentarse en la mesa de caciques y poderosos a los que bendice y exculpa sus pecados cuales fuere, mientras condena al pueblo africano a la terrible plaga del SIDA porque, según ellos, es “inmoral” usar condones. Y es que un obispo al que se le supone una cierta responsabilidad en sus actuaciones y palabras públicas, llame a desobedecer las leyes civiles, muestra una contradicción con los propios evangelios y las palabras de Jesús cuando manifestó aquello de “A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”. Pero la jerarquía de la iglesia católica hace tiempo que vive alejada de los evangelios y situada en el lujo y en la ostentación. También el Papa Ratzinger en su viaje al Reino Unido, donde ha cobrado por impartir bendiciones, nos ha dejado alguna que otra perla importante. Y es que no se le ha ocurrido otra cosa que insultar gravemente a los no creyentes comparándolos con los nazis. También ha pedido que la religión católica entre más en los derechos civiles, la ciencia y en la política. Y lo dijo a boca llena el que se hace llamar “representante de Dios en la tierra”. Y que quien fue “Prefecto de la doctrina de la fe” quizás eche de menos los tiempo en que bendecían e imponían reyes y emperadores y condenaban a la purificación del fuego a artistas, médicos, científicos, pensadores…, en definitiva a todo aquel del que se presumía un riesgo para sus privilegios. Y en España la Inquisición y los autos de fe todavía pueden considerarse cercanos en la historia, y más aún la represión nacional-católica de la España de Franco. Sí, triste y pobre memoria la suya después de convertir a la sociedad durante siglos en el reino del terror, que es lo que suele pasar cuando la iglesia, sea cual fuere, ostenta poder. Acusar a los no creyentes de nazis es ir contra los derechos individuales de las personas, pero también es una muestra de cinismo por parte de quien perteneció en su país a las juventudes hitlerianas. Y todo sabemos a qué se dedicó el régimen de Hitler. Escrito está en la memoria colectiva de Europa y del mundo. Y tampoco puede dejar de lado que Hitler no era no creyente, sino un católico bautizado. Pero mi ética me impide de caer en la demagogia de decir que como Hitler era católico, sus crímenes fueron en nombre de la iglesia católica. Pero tampoco podemos olvidar que la iglesia bendijo a Hitler y celebró actos en las iglesias para celebrar que el “gran dictador” escapase a un atentado en aquella época. Sabido es también cuan blando fue el papa Pio XII con el régimen nazi.

Lo cierto es que es preocupante que una institución que lleva siglos implicados en política salga ahora indicando que “es el momento de implicarnos en política, momento de la preocupación y de la responsabilidad por los demás, hay que conseguir una regeneración democrática”, nos lo acaban de decir desde el arzobispado de Madrid que dirige Rouco Varela. Y lo dice como representante de una institución que mantiene la terrorífica idea de que todo niño nace en pecado y desde la que hablan sin pudor a los niños del infierno. Desde una institución que se muestra enemigo de los homosexuales a quienes lanza su intolerancia. Desde una institución que relega a la mujer a un segundo plano. Desde una institución que se muestra enemiga de la verdad promoviendo mentiras tales como que los condones no protegen del SIDA. Desde una institución que se muestra enemigas de la ciencia y que obstruye las investigaciones médicas con células madres para curar enfermedades con la diabetes, parkinson, alzheimer… La iglesia confunde su papel y niega el poder de las leyes civiles. Pero yo desde estas líneas no puedo otra cosa que mostrar mi respeto más absoluto hacia los creyentes y reivindicar los evangelios en aquello de “A Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César”. Que la religión entra dentro del ámbito de lo privado y no de lo público.

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