Hace
unos días el Senado italiano votó a favor de expulsar a Berlusconi de la
cámara. Con ello el corruptor ha sido inhabilitado, lento y tarde pero al fin.
Varios años mareando la perdiz con lo que se demuestra que es necesario mejorar
la democracia para que sea más eficiente y diligente. Sin embargo el ex primer
ministro considera que su expulsión va contra democracia y no se quedó quieto,
si no que actuó e hizo que dimitiera los miembros de su partido en el gobierno
creando con ello una grave crisis política y económica que pone a Italia al
borde de unas nuevas elecciones generales. Todo esto, pese a no suceder en
España nos recuerda actuaciones realizadas por el actual gobierno del PP cuando
se encontraba en la oposición. Famosa es la frase del hoy Ministro de Hacienda,
Montoro, en la oposición y que fue captada por micrófonos abiertos cuando,
gobernando Zapatero, los mercados se cebaban con nuestro país y amenazaban con
intervenirlo. “Dejemos caer el país, ya lo levantaremos nosotros”, dijo
entonces sin el menor escrúpulo el actual ministro. Con cumplir su objetivo de
llegar al gobierno, lo que sea aunque España se hunda. Y así Berlusconi de la
misma forma ha antepuesto, también, sus problemas políticos y judiciales al gobierno
de Italia desatando una graves crisis de gobierno y de mercados que aumentó la
prima de riesgo y arrastró en ese momento a la española.
“Dejemos
caer el país, ya lo levantaremos nosotros”, toda la desvergüenza y falta de
escrúpulos resumida en una sola frase de Montoro. Ese fue el PP en la
oposición, lo mismo que Berlusconi hoy cuando ha sido condenado. Estos han
dejado a las claras en qué consiste su auténtico patriotismo de fuerte taconazo
en el suelo y golpe en el pecho. Lo cierto es con la llegada del gobierno de
Rajoy, España se ha hundido más en la miseria, el paro se ha acelerado y los
ciudadanos han perdido sus derechos laborales y políticos. Mientras tanto
Rajoy, que ha hecho un tremendo ridículo en su visita a Japón, presume en el
país nipón de la bajada de sueldos en España y, después de empobrecernos, nos
ofrece como mano de obra de barata. Ver para creer, muy, pero que muy penoso es
lo de vender precariedad y no talento.
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