"Hemos amanecido al aniversario de la República Española con la noticia de que el Rey de España, que se encontraba en Botswana sin conocimiento de la opinión pública, ha tenido un accidente de caza cuando se encontraba matando elefantes. En un plazo de quince días, el Rey y su nieto Froilan han tenido sendos accidentes relacionados con las armas y la afición cinegética de los miembros de la Familia Real.
Poco que decir de los gustos y aficionados de los miembros de la Corona. Matar elefantes es una actividad socialmente criminalizada y penalizada en muchos países. Es una especie en vías de extinción. Que cada uno saque sus conclusiones. Máxime en una época de profunda crisis y depresión de la sociedad española que asiste a este tipo de noticias con perplejidad. ¿Están los tiempos para que los niños jueguen con escopetas y el Rey se desplace clandestinamente a matar elefantes?
La noticia, la anécdota, toma dimensión de categoría entre otras cosas por el momento de crisis que rodea a los miembros de la Familia Real. El yerno del Rey, Iñaki Urdangarín, está siendo objeto de un proceso penal para delimitar sus responsabilidades en un insoportable caso de corrupción en el que cobró sumas millonarias facturadas a instituciones públicas. Ese dinero, según las investigaciones, se movió en cuentas opacas en paraísos fiscales. ¿Será también Iñaki Urdangarín beneficiario de la Amnistía fiscal o tendrá la vergüenza y la dignidad de devolver el dinero mal habido?
La Monarquía española está en crisis. Y la prudencia sería el mejor consejo para sus comportamientos públicos y privados. Pero es responsabilidad del Rey y de sus miembros la actitud que decidan tener en el manejo de sus asuntos. Y la opinión pública tiene el derecho y el deber de analizar esos comportamientos.
La monarquía es una institución predemocrática a la que se le quiere dar utilidad. No resiste muchos experimentos de laboratorio porque en su génesis está algo tan insoportable como la herencia como único mérito para acceder a la jefatura del estado. Es cierto que la Constitución de 1978 le da a la Corona una pátina de legitimidad y una legalidad indiscutible. Pero la verdadera razón que le ha permitido al Rey Juan Carlos ser jefe del estado español es un cierto consenso de opinión pública que ha determinado la utilidad actual de esta forma de jefatura del estado. Pero esa adhesión a la monarquía puede tener fecha de caducidad. La Constitución española podría permitir un cambio en la forma de nuestra democracia que diera paso a la República. Y es el Rey y el Gobierno quienes debieran velar porque la imagen de la Corona no movilice a la ciudadanía en la dirección de establecer una República que tiene, como forma de gobierno, todos los genes democráticos para establecerse.
La caza no es pecado ni es ilegal, salvo que las especies que son objeto de deseo estén protegidas. Matar elefantes puede ser la forma más cara y cruel de ejercer la caza. No tiene buen sabor matar elefantes ni por lo que cuesta ni por ser especie amenazada de extinción.
Si los niños de la Familia Real infringen la Ley auspiciados por sus padres, si el Rey se marcha de incógnito a cazar elefantes y si su yerno mete la mano en el cajón del pan de los españoles, la opinión pública reaccionará frente a estas actividades que sin duda son de naturaleza distinta. Pero no concitan simpatías, sino todo lo contario.
Que el Rey se ocupe de gestionar la Corona de acuerdo a la ley. Y que asuma las consecuencias institucionales y de refrendo de la opinión pública. No podemos proteger a la Corona frente a sí misma. Pero el clima que se está creando alrededor de esta institución no alienta muchas esperanzas de que tenga futuro."
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