miércoles, 21 de noviembre de 2007

Sobre el uniforme en la escuela

Hace dos o tres años que se viene hablando en Lebrija sobre la posibilidad de poner uniforme en la escuela a nuestros niños y niñas. Ha habido algún colegio en que desde el AMPA ya se ha adoptado la decisión de vestir de igual forma a los escolares. El argumento que se suele utilizar a favor con más frecuencia es que “el uniforme facilita la vida a las familias que no tendrán que preocuparse por la ropa que le van a poner cada día a su hijo o hija”. Argumento que no por repetitivo da la razón sobre la necesidad del uniforme. Me consta que son muchas familias cuyas mañanas tienen un problema a la hora de vestir a sus hijos e hijas. Y es que en el mundo en que vivimos hoy es más difícil educar a nuestros hijos. Es mucha la información que les llega desde todas partes sobre la alimentación, la forma de vestir, juegos o costumbres, desde la publicidad, películas, series y programas de televisión…, información toda ella que contradice a la educación en el respeto a las personas y a las cosas, en el trabajo bien hecho, en la justicia, en la solidaridad, en el trabajo cooperativo, en la colaboración en el hogar, en el orden en sus cosas, el aseo, en una alimentación o vida sana… Las familias tienen que “luchar” con todo ello diariamente. Y cuesta trabajo que tomen frutas o verduras, se acuesten a la hora adecuada o que tengan paciencia para no interrumpir al padre o a la madre cuando están hablando con otra persona. Las familias tienen unas obligaciones en educación sobre sus hijos e hijas que asumen con responsabilidad por mucho que éstos quieran acostarse tarde para ver tal programa de televisión, o no comer las frutas y las verduras porque “no les gusta”. Todavía no he escuchado a nadie que a sus hijos los alimente únicamente con “huevos fritos con patatas” porque no les gusten las frutas, las verduras o “se le hagan bolas con el filete”. Cuando vestimos a nuestros hijos o les compramos ropa también estamos educándolos y por lo tanto, entiendo que haríamos dejación de dicha función educadora en el hogar al “rendirnos” a sus exigencias e imponer el uniforme en la escuela como solución a esta “lucha diaria”. Cuando vestimos al niño lo estamos educando en un proceso en que también se puede negociar con ellos.

No, no estoy a favor del uniforme en la escuela. Nunca lo he estado. Uniformar a los niños en la escuela es una vuelta al pasado. Pueden preguntar a todos los que hemos tenido uniforme alguna vez en nuestra vida. Siempre ha representado una frustración esa vestimenta impuesta que impedía sacar en su totalidad nuestra individualidad de niños. Qué triste era la escuela cuando íbamos todos uniformados desde una filosofía falsamente igualatoria que en realidad sólo pretendía tapar miserias, ocultar una realidad social desigual para perpetuarla, con una actitud conformista y nunca crítica. Ver a los chicos y chicas uniformados no provoca otra cosa además que la sensación de colectivo oprimido. Por eso el uniforme en la escuela está en el polo opuesto a la educación. La ropa que se usa ayuda a crear la individualidad y personalidad que el uniforme tapa.

Se podría argumentar que el uniforme se utiliza en la escuela privada. Y en verdad que es así, pero no por eso deja de ser antieducativo. El uniforme representa un negocio que ha hecho ganar dinero a muchos colegios privados y semiprivados. Negocio que ha ido en aumento año tras año y que hoy en día supone un gasto más costoso para las familias que el de los libros de texto (falda, pantalón, camisa, suéter, calzonas y camisa de deportes, chándal…) No podemos meter a la escuela pública en esa dinámica que por cierto no se le puede imponer como recientemente ha indicado el Defensor de los Derechos del Menor que además considera que su uso por parte del alumnado podría crear problemas de discriminación sobre quién no lo llevase. Por otra parte, como dicen en los colegios privados, el uniforme representa la seña de identidad del Centro y distingue a un niño y niña del que está en otro colegio. Lo que supone la creación de una nueva bandera, y por lo tanto nuevas barreras en un mundo que ya tiene demasiadas y que desde la escuela se intentan suprimir. No, no es educativo desde luego.

Llevar el uniforme en la escuela no casa tampoco en ningún momento con los valores que representa educar en la tolerancia, respeto e imaginación. A los niños y niñas hay que crearles conciencia responsable y consciente de lo que visten. Por otra parte el uniforme representa un valor enormemente sexista al distinguir la ropa de los niños de una forma y la de las niñas de otra. El uniforme no iguala por tanto a niños y niñas sino que los marca en la diferencia, valor contradictorio con la escuela. Y en consecuencia contradictorio con una educación por la convivencia en los centros educativos y posteriormente en la sociedad donde tendrán que vivir. La escuela tiene que optar por educar en la igualdad y no en la desigualdad que no tiene otra traducción que “el machismo”.

El uniforme además marca diferencia entre el profesorado y el alumnado. Éste, uniformado, y sus maestros no, marcando jerarquía entre los unos y los otros. ¿Por qué unos uniformados y los otros no? Por la tanto el uniforme proyecta la sumisión en la jerarquía. La escuela no puede ser un lugar donde se cree jerarquía sino donde se eduque en el respeto a las personas, a todas, sin distinciones, y se promueva una conciencia crítica.

Son muchos más los argumentos que podría ir desgranando contra la utilización del uniforme en la escuela pero que el tamaño de esta columna me lo impide. En definitiva el uniforme señala todos lo contrario de los valores que representa la escuela. La escuela significa diversidad, creatividad, imaginación, alegría…en ningún caso uniformidad. En mi caso sería muy triste que, tras diez años como director, el uniforme entrara en el centro. Hoy en las escuelas italianas que siempre se han distinguido por su uso, se está produciendo el proceso contrario. En algunos colegios se están planteando, para eliminar los problemas que genera el uniforme, multiplicar sus colores y que éstos cambien según las unidades a las que pertenece cada niño o niña. Y otros centros han ido más allá suprimiendo el uniforme.