Ha pasado una semana desde las elecciones al Parlamento europeo. Me llamó mucho la atención sobre cómo los populares celebraron los resultados la misma noche electoral. La verdad es que me pareció exagerada esa alegría desbordada como si hubieran ganado el gobierno de España. Fue una sobreactuación en toda regla. Y es que ya pasados los días, la realidad se impone y la mesura llena los análisis posteriores. Desde luego el PP de Rajoy y Arenas ha obtenido los peores resultados de todas las derechas europeas. No hay medio de comunicación europeo que no manifieste su incomprensión por cómo el PP no ha sido capaz de ganar las elecciones en la situación de crisis que vivimos y que no se haya castigado al gobierno. El mismo Rajoy profetizó que sacaría 25 escaños, sus asesores le hicieron ver que para ganar las próximas generales, dentro de tres años, tendrían que sacarle al Psoe una diferencia por encima de los diez puntos. Y no ha ocurrido ni una cosa, ni la otra. El PP se ha quedado en 23 escaños y la diferencia del PP, con toda la derecha española ahí metida, no ha sido capaz de sacarle algo más de tres puntos. Y es que Rajoy ya ha dejado demostrado en más de una ocasión que como pitoniso no tiene futuro.
Si comparamos los resultados con las anteriores europeas, se ve aún más claramente que esos botes en la calle Génova pidiendo la dimisión de Zapatero no era otra cosa que un pequeño teatro montado para justificarse ante su electorado y sus militantes. Y es que el PP respecto a 2004 ha obtenido 140.000 votos menos, y eso con toda la derecha de este país movilizada, algo que no le da pronostica un buen augurio con un treinta por ciento más de participación. Pero le echaron teatro porque había que disimular, que la procesión la llevaban por dentro. Y de hecho así ha sido, a lo largo de la semana le han ido saliendo a Rajoy, y al triunfalista Arenas, voces críticas hacia los pobres resultados obtenidos y las estrategias mantenidas.
Y Arenas ha vuelto a perder una vez más por muy triunfador que quiera aparecer, por mucho que nos anuncie “Y ahora, Andalucía”. Y es que con los datos obtenidos, el Psoe seguiría obteniendo mayoría suficiente para gobernar. Arenas además sólo ganaría en Almería y perdería respecto a las últimas elecciones celebradas la provincia de Málaga. Le ha sacado el Psoe cerca de un nueve por ciento de los votos obtenidos, eso considerando a Andalucía como circunscripción única. Que al entrar la provincia como circunscripción electoral en unas autonómicas o generales, la diferencia se vería aumentada. Y es que en Sevilla, con un 30 % menos de participación, le sacado el Psoe una diferencia de cerca del 20 % de los votos.
También me han llamado la atención los resultados obtenidos por Izquierda Unida que ha sacado 60.000 votos menos respecto de las últimas europeas, perdiendo con ello medio punto. Y es que estos resultados tiran por tierra toda la campaña montada tras las generales de hace un año, deshaciendo su argumentación de entonces de que la causa de todos sus males estaba en la ley electoral, con recogida de firmas incluida. Pues bien, aquí la circunscripción electoral no ha sido la provincia, sino España en su totalidad. Es decir, desde IU han podido sumar los votos obtenidos en cada rincón del estado español. Y su porcentaje ha bajado incluso de los resultados obtenidos en las generales últimas. Y lo dejo aquí para la reflexión.
Lo más lamentable de los análisis que se están haciendo en estos días está en el intento de algunos de exculparse de las prácticas corruptas gracias a lo votos obtenidos. Y así lo han manifestado el presidente de la Comunidad Valenciana, Francisco Camps, y el presidente de la Diputación de Castellón, Sr. Fabra. Y es que en España la separación de poderes está consagrada por nuestra Constitución. Y los votos no libran a nadie de la cárcel si se es culpable de algo. Por eso interpretar que Camps no es culpable, ni hay que juzgarlo porque su partido ha sacado más votos en Valencia, no es otra cosa que pretender engañar a sabiendas de que no es así. O lo que es peor, intentar presionar al poder judicial. Y es que todo ciudadano de bien no pretende otra cosa la justicia muestre su independencia e imparcialidad. Así que si de justicia se trata, lo que hay que hacer es callarse y colaborar para su buen funcionamiento, que es España no es una república bananera.