Cristóbal Montoro, ministro de Rajoy, se ha atrevido
de atacar a Cáritas española calificando de falta de realidad su informe sobre
la pobreza en España, y sobre la pobreza infantil en particular. Son muchos los
españoles que han defendido a esta institución ejemplar, pero me llama la
atención que ningún obispo haya alzado su voz para defender a Cáritas de los
ataques de Rajoy. Esta postura del gobierno se asemeja a la del niño que cierra
los ojos ante un peligro inminente como si este fuera a desaparecer, también a
la que el dicho popular deja a las claras con ese “ojos que no ven, corazón que
no siente”. Y es que por mucho que se quiera tapar la dura realidad esta no va
a desaparecer por mucho que al gobierno no le interese saber que hay españoles
que lo pasan mal, la mayoría como consecuencia de la miseria que ha ido creando
el Consejo de Ministros semana tras semana. Cáritas es conocedora fiel de la
realidad española porque son españoles, barrio tras barrio, localidad tras
localidad, los que trabajan con las personas sin hogar, con familias sin ningún
tipo de ingresos que no disponen de lo básico para vivir y alimentarse, y hacen
un gran trabajo que hasta ahora nadie se había atrevido a discutir. Y que entre
el ministro y Cáritas, la propia Defensora del Pueblo ha dejado claro que se
queda con Cáritas. Evidentemente no hay color. Hoy hay más de setecientos mil
hogares sin ingreso alguno, con todos sus miembros en paro, cuyo rescate
costaría menos de la mitad que el mismo rescate de las autopistas que pretenden
hacer. Y es que, desgraciadamente, el gobierno elige ayudar antes a bancos
defraudadores y a autopistas que a los propios ciudadanos. Y para ello, ¿qué
mejor estrategia que negar la realidad?, la misma que Cáritas le ha puesto por
delante y le ha advertido de los riesgos de una pobreza infantil que va en
aumento. Para el gobierno de Rajoy el pobre es aquel que vive debajo de un
puente o en una chabola y que pide delante de la puerta de un templo. Se olvida
Rajoy de cada uno de esos ciudadanos cuyas familias carecen ya de ingreso
alguno, o esos que han perdido sus hogares en atraco a mano armada por parte de
banca estafadora de ancianos. Se olvida
también de esas familias completas que se ven obligados a comer en comedores
sociales porque no tienen que llevarse a la boca. Se olvida de esos jóvenes que
han tenido que dejar sus estudios porque carecen de los ingresos para abonar
sus matrículas y la sociedad los margina sin el principio de igualdad de
oportunidades. Se olvida de esos ancianos que dejan sus medicamentos para poder
alimentar a su familia o para comer. Se olvida de esas familias condenadas
a pasar frío en invierno por no poder pagar la calefacción a las eléctricas en lo que algunos llaman
pobreza energética, aunque para mí la pobreza es única, la misma que pretende
tapar el gobierno para, libre de manos y de conciencia, rescatar ahora a las
autopistas. Lo cierto es que ya quisiéramos todos los españoles que este
gobierno de los sobresueldos y que nos niega el principio de igualdad de
oportunidades, tuviera las manos tan limpias como esta institución ejemplar que
es Cáritas.
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