“Ser jubilado no significa ser un ignorante
financiero”. Así de claro se ha defendido Blesa ante un tribunal, imputado por
la estafa de las preferentes. Porque se diga lo que se diga han sido una
estafa, una tremenda estafa dirigida mayoritariamente hacia un sector débil de
la población que representan los jubilados. “Ser jubilado no significa ser un
ignorante financiero”, así de claro ha hablado Blesa ante la justicia. Hay que
ser muy canalla para, después de saberse todo lo que se sabe, decir eso. Este
señor, amigo íntimo de Aznar, con indemnización millonaria trata de librarse
culpando a todo el que le rodea desde los propios jubilados, que adquirieron
preferentes pues “eran responsables de lo que firmaban” pues “si el cliente
puede leer el contrato es responsable de lo que lee” como él mismo señala ante
el juez, a los mismos empleados de la entidad que presidía y que eran
despedidos si no vendían el producto financiero. El mismo Blesa reconoce en uno
de sus correos corporativos que “han ganado, que han engañado a los
preferentistas”, correos, todos con una gran carga inculpatoria y que no han
sido admitidos por el juez al considerar que son de carácter personal e íntimo
cuando la realidad demuestra que fueron enviados desde el propio correo
corporativo de la entidad y que por otra parte tiene terminantemente prohibido
usar a sus empleados para temas personales. Justicia. Realmente los la mayoría pequeños ahorradores y jubilados. Dinero que representa
el ahorro de toda una vida. Los ciudadanos tienen todo el derecho del mundo al pensar que en España no hay justicia si no se soluciona esta estafa y el dinero no es devuelto a sus legítimos propietarios, la mayoría pequeños ahorradores y jubilados. Los estafados no acudieron masivamente
al banco para meter el dinero en las preferentes, todo lo contrario. Fueron
llamados personalmente por las entidades para indicarles que era una pena que
tuvieran ese dinero inmovilizado sin sacarle un rendimiento mayor, que ellos
podrían sacarle un rédito de hasta el 7% y que podrían retirar el dinero cuando
quisieran, tan sólo bastaba con hacer una llamada. Mentira, como pudieron
comprobar cada uno de los estafados cada vez que pretendían sacar el dinero.
Dinero comprometido en muchos casos para un tiempo superior a una generación.
La mayoría, personas de edad alejada de los conocimientos en ingeniería
financiera y que basaban su contacto con el banco en una relación de confianza.
Bastaba la palabra del director para firmar lo que le dijeran pues su palabra
era algo más que un contrato, representaba una palabra de honor que nunca
querría hacerles daño. Y es que el entendimiento sobre la “letra pequeña” no
estaba al alcance de cualquiera que no fuera un analista o inversor financiero.
Una gran estafa. Lo que más me llama la atención es la confianza sobre su
impunidad cuando son miles los estafados. ¿Acaso pensaban que los jubilados se
iban a quedar en sus casas viendo como le habían robado su dinero? La mayoría
son personas que han vivido épocas muy difíciles y que han luchado por dejar una sociedad mejor para futuras generaciones, son personas que no lo han
tenido fácil y sus ahorros son el fruto de grandes esfuerzos y sacrificios. Y
ahora no se iban a quedar callados. Ha sido una tremenda estafa y es que el
banco tiene la obligación de identificar el nivel financiero de sus clientes y
no falsearlos con informes ya preimpresos y dispuestos únicamente para la
firma. Todo esto sólo tiene un camino posible, devolución del dinero a sus
legítimos propietarios con las indemnizaciones correspondientes por los daños
producidos y los culpables en la cárcel. Y no con jueces castigados y apartados
de la judicatura. Lo contrario sería una nueva estafa que pondría en peligro
los cimientos del propio estado.
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