martes, 26 de julio de 2011

Existen y están ahí

La verdad es que pensaba que se trataba de un mito, uno de tantos de esos que cuentan por toda la geografía universal como los de duendecillos verdes, las sirenas, los gnomos, los vampiros o las propias brujas. Pero no, existen y están ahí. Yo he visto a uno esta misma semana, aunque he procurado no fotografiarme con él por si aquello tuviera algo de contagioso. Había oído hablar y leído sobre la América profunda, la del interior, la que no tiene nada que ver con la desarrollada de la periferia. La América creacionista, la que cree en la biblia como libro científico que nos narra el comienzo de los tiempos. Y juro y prometo que pensaba que eso sólo ocurría en los EE.UU de América, donde todo es posible. Pero no, en España también existen este tipo de sujetos más propios de Las Hurdes que nos presentó Buñuel en su magnífico documental “Tierra sin pan”. Y yo he visto uno, y le he escuchado decir cosas, y las decía sin problema alguno, sin siquiera temblarle la voz ni los labios. Sí, existen más de estos personajes, pero no se distinguen hasta que abren la boca pues no tienen rabo, ni cuernos, ni los ojos rojos, tampoco lanzan fuego por la boca. Visten como el resto de los mortales y también toman ahora el sol por las playas españolas, camuflados entre miles de torsos dorados. Pero ahí estaba él, digno representante de la España Profunda, la del interior, la de los negros personajes de Puerto Hurraco en Extremadura. No sé si es que su cabeza está malherida de tanto escuchar a la caverna mediática, a los Ansón, Burgos, Losantos, César Vidal o tantos otros que predican por distintas cadenas televisivas como Intereconomía. Pero ahí estaba él, con la cabeza alta, orgulloso, con las “ideas claras”. Lo acababa de soltar entre un grupo de personas que dieron la callada por respuesta, paralizados quizás ante semejante comentario. “El atentado del 11-M no lo hizo Alqaeda, fue organizado por el propio Rubalcaba”. Y juro y prometo que lo que había dicho no entraba en ninguna estrategia política para desacreditar al candidato socialista, eso era exactamente lo que el sujeto pensaba. Y me temo que desgraciadamente existan más como él, los mismos que piensan que el gobierno socialista pacta con ETA, o que “España se rompe”, o los mismos que acuden a las convocatorias de los Rouco Varela y compañía, los que se manifestaron delante de la casa de Bibiana Aído en su pueblo natal de Cádiz, los que piensan que el condón es una mal en sí mismo y que no sirve para detener el sida, aquellos que deciden que la medicina no debe intervenir en los designios que nos están preparados para cada uno de los seres del planeta, aunque estos sean en forma de terribles enfermedades que nos condenan a la muerte prematura y al sufrimiento. Sí, sin duda existen y yo he visto uno. Y la verdad que no veo vacuna posible contra semejantes personajes, contra tanta ignorancia, contra tanto cerebro infrautilizado. No sé si su mal proviene a fuerza de educarse más en la fe que en la razón. Aunque cuentan, eso sí, con la inestimable ayuda de la tribuna de los personajes de la caverna profunda citada anteriormente, o con la palabra bendita pronunciada desde el púlpito por el misógino de turno.

Esto es lo que hay. La creencia en fantasmas, visto lo visto, no es cosa exclusiva de niños. Que tantos años y siglos de superstición han dejado su efecto en la España del siglo XXI. Y ahí estaba él, manifestando aquello que nadie en su sano juicio podría pensar. Y que yo, desde luego, no pienso repetir, pero que sí, al menos, me deja un poso de preocupación. No hay nada más perjudicial que los fanatismos, para un país que pretende progresar, y la creencia pura sin pasar por el tamiz de la razón. Para eliminar este triste panorama hace falta la unión de todos, no usar a este tipo de tristes personajes, concebidos para obedecer, con fines partidistas. Quién así actúa está alimentando monstruos que a la postre terminarán sin poderlos controlar. Reconozco que sus palabras me dejaron la sangre helada, algo ya de por sí difícil en esta época del año.

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