miércoles, 20 de enero de 2010

Tragedia humanitaria

Estos días estamos viviendo la grave tragedia humana que se está produciendo en Haití a consecuencia del terrible terremoto que ha dejado a más de dos millones de personas sin hogar, con un número de víctimas mortales sin cuantificar pero que probablemente sobrepase las primeras estimaciones. Un país pobre que prácticamente se ha quedado en la nada, sin estado propio al que su mismo presidente abandonó al constatar que todo había desaparecido y que ni siquiera podía comunicar con sus ministros. Lo cierto es que los cadáveres se hacinan abandonados por las calles y sus población con cientos de miles de heridos carecen en estos momentos de alimentos, agua y los más mínimos servicios básicos. Muchos de sus habitantes se están dedicando al pillaje y con machetes buscan lo mínimo indispensable para comer. Su país vecino, la República Dominicana, ha cerrado las fronteras para evitar un éxodo masivo de haitianos hacia sus tierras. Por sí solo Haití es incapaz de hacer frente a esta tragedia. Sólo la solidaridad internacional, del mismo mundo que ha permitido que viviera en la extrema pobreza, puede tomar medidas que se hacen urgentes. Es además obligación del mundo opulento que ha cerrado los ojos a su miseria y ha mantenido y apoyado a dictadores como Duvalier que se han enriquecido a manos llenas a costa de la población. El poco orden existente en el país se está llevando a cabo por fuerzas internacionales, el presidente Obama ha enviado desde un primer momento a diez mil marines que controlan el aeropuerto al que llegan las ayudas internacionales así como carreteras, también un enorme portaviones con un alto número de helicópteros así como un barco hospital. Bomberos y voluntarios de todo el mundo están cumpliendo una ingente labor en una situación desesperada y muy complicada.

En medio de toda esta desgraciada situación han sobresalido las voces de ciudadanos de todo el mundo llamando a la solidaridad. España y la Unión Europea también se están volcando en enviar ayuda material y humana, las asociaciones y ONG también están llevando sus recursos hacia Haití. Pero entre tanta tragedia, desgraciadamente, han sobresalido las palabras del nuevo obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla. Y es que este señor ha declarado ante los medios, sus palabras están grabadas, que “existen males mayores que los que estos pobres están sufriendo estos días”, “es un mal más grande el que nosotros padecemos que el que esos inocentes sufren”. ¿Se refería acaso este obispo sin alma a la crisis económica internacional que estamos sufriendo? No, no se refería a ello. Lo aclaró enseguida en la misma entrevista cuya grabación recojo en mi blog, “deberíamos llorar por nuestra pobre situación espiritual”, y lo manifestó en un claro desprecio por el sufrimiento espantoso de la población de Haití. Y es que no me extraña que con obispos y cardenales como los Rouco, Cañizares, Camino, Javier Martínez, arzobispo de Granada, o el mismo Ratzinger, haya cada vez menos creyentes, y es que su comportamiento dista mucho de la propia doctrina de Jesucristo que, de estar aquí ahora y en este tiempo, los expulsaría a latigazos del templo. Y es que si muestran día tras día actuaciones fuera de lugar en el mundo, tampoco tiene nombre la campaña que hacen en África contra del uso del preservativo, en un continente diezmado por el sida. La verdad que no sé en que civilización viven estos personajes y a qué espiritualidad se refiere, ¿acaso a los millones de euros que se gastarán del erario público como consecuencia de la visita a Santiago del papa?, seguro que no pedirán que esos millones se empleen en Haití. No lo harán porque les gustan demasiado los espectáculos de masa, demostrando con ello su auténtica espiritualidad. Y es que no hay más bajeza moral que la de aquellos acostumbrados a las alfombras de palacio que no saben lo que es una tragedia humanitaria. Estos personajes deberían tomar ejemplo de otras comunidades cristianas que trabajan para paliar situaciones como las que atraviesa el país caribeño. Un portavoz de una de estas comunidades ha declarado que “en una situación como ésta sólo se puede compartir el dolor, estar al lado de estas personas y jurar en arameo si hace falta”. Y es que la iglesia debería dejar ese clericalismo tan antisocial que muestran.