“Soy un defensor del estado de las autonomías desde siempre”, dijo Arenas, candidato a la Presidencia de la Junta de Andalucía por el PP. Y lo dijo ante los medios de comunicación, quizás, en un intento de borrar su propia historia. Cuando dice frases como estas, no sé qué opinar, pues da la sensación que piensa que los andaluces somos unos ignorantes que no recordamos nuestra propia historia, la que hemos vivido gran parte de la población andaluza hace treinta años. O quizás tenga la esperanza de que la hubiéramos olvidado. Y Arenas que se llama a sí mismo “campeón de yo no sé qué”, pretende mostrarse ahora como “el campeón” y más firme defensor de la autonomía andaluza, cuando su propia historia dice más bien todo lo contrario.
“Soy un defensor del estado de las autonomías desde siempre”, dijo D. Javier Arenas. Pero lo cierto es que los andaluces recordamos nuestra propia historia a pesar del continuo intento por pretender borrárnosla. Y todos recordamos como Arenas por aquel entonces pertenecía a la antigua UCD, la que hizo todo lo posible para que Andalucía no tuviera su Estatuto de Autonomía. “Andaluz, este no es tu referéndum”, fue el lema que utilizaron y al que Arenas estaba muy vinculado y con el que hizo campaña contra nuestra propia autonomía andaluza. Fueron los andaluces quiénes dieron un golpe a la historia, metiéndose de lleno en ella, pese a personajes como Arenas que no cree en los andaluces, ni los defiende ante los continuos ataques de sus compañeros del PP.
“Soy un defensor del estado de las autonomías desde siempre”, dijo D. Javier Arenas, andaluz de nacimiento pero no de corazón. Y es que cuando ha tenido la oportunidad de defender su tierra y a sus gentes, no lo ha hecho. Y cuando ha sido miembro del gobierno de Madrid por el PP, nos ha negado “el pan y la sal”. Todos recordamos como llevó al Tribunal Constitucional la medida de complementar las pensiones no contributivas a nuestros mayores, ni siquiera nos reconoció el censo real de Andalucía y que era necesario para recibir más recursos, ni tampoco la deuda histórica, ni… Y es que por la boca muere el pez.
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