En estos días estamos observando como las peleas internas del PP están poniendo a Rajoy con el agua al cuello. Quizás para tapar sus graves problemas ha iniciado una guerra del agua. Con ello no hace otra cosa que seguir por el camino de la irresponsabilidad con el que tan a gusto se encontró en la legislatura anterior, vía elegida que le llevó a perder las elecciones. No me parece un partido responsable y serio, que pretende ser alternativa de gobierno, el que posibilita enfrentar unas partes de España con otras. Ya lo hizo durante los pasados cuatro años y ahora vuelve a tropezar con la misma piedra. Y lo hacen sin esperar siquiera a los cien días de cortesía que debe tener todo gobierno recién elegido. Lo cierto que apostar por la división y el enfrentamiento entre territorios es toda una indignidad. Y es que no se puede utilizar un tema tan sensible como el agua para provocar contiendas entre españoles.
El gobierno de la nación apostó por la implantación de desaladoras, unas ya en uso y que han resuelto graves problemas, y otras en construcción. Lo cierto es que Barcelona se encuentra con una grave sequía donde puede faltar el agua para beber después del verano. La desaladora que se está construyendo puede no llegar a tiempo en el caso de que no llueva en los próximos meses. Se ha optado desde el gobierno por llevar de forma temporal unos cuarenta hectómetros a la zona mediante una pequeña infraestructura. Esto ha provocado el levantamiento del PP en las comunidades de Valencia, Murcia y, también, el Sr. Arenas en Andalucía. Es lamentable que en zonas donde apenas llueve como Murcia no han parado de destruir el litoral con la construcción de grandes urbanizaciones. Y ahora necesitan llenar sus piscinas y regar sus campos de golf que necesita cada uno de ellos tanta agua como una ciudad de 28.000 habitantes. Y es que necesitan agua para sus Tierras Míticas, Polaris Word o Marinadors entre otras, construcciones que aparte de destruir la costa no sirven para otra que para llenar algunos bolsillos con grandes pelotazos urbanísticos. En estas comunidades gobernadas por el PP han secado prácticamente sus ríos y no paran de construir. Y ellos que se manifiestan tan liberales y defensores de la libertad total de mercado, cuando tienen problemas acuden al estado. No les importa que en regiones deficitarias de agua no se puedan permitir estas actuaciones.
El Sr. Arenas en Andalucía se ha alineado con el Sr. Camps en Valencia. Y es que está defendiendo más su supervivencia política que los intereses de todos los andaluces. Pretende que cuando acabe la contienda en el PP, él esté en el caballo ganador. Y si para ello tiene que ponerse al lado de quien defiende una financiación autonómica que perjudica a Andalucía, lo hace sin el menor escrúpulo. Lo cierto es que Arenas se ha mostrado en contra del propio Estatuto que él decía defender. El Sr. Camps defiende de forma insolidaria que el reparto de los fondos para la financiación autonómica se haga en base al producto interior bruto de cada comunidad. Esta postura beneficia claramente a las regiones más ricas. En Andalucía hemos apostado por un criterio más justo basado en la población, y así lo recoge nuestro Estatuto, para repartir de forma solidaria los fondos para la financiación autonómica. Y sin embargo, ahí están los dos juntos, Camps y Arenas, en una clara muestra de que Andalucía es lo de menos, que lo importarse es seguir a flote y salvarse en esta guerra interna que mantiene el partido popular.